En varias ocasiones he escuchado esta frase “no quiero sentir dolor” o “¿qué hago para que no me duela X cosa o situación”.
Sería increíble tener una pastillita que nos permita olvidar un determinado recuerdo o no sentir algo que me está doliendo, algo así como una “aspirina emocional”.
Sin embargo, no existe. Y creo que este tipo de ideas y de querer “quitarnos rápido el dolor” tienen origen en esta actualidad que tiene tanta velocidad. En la que todo es rápido, los mensajes llegan rápido, la música la descargamos en segundos, tenemos videollamadas en directo con personas que no están presentes físicamente, y muchas cosas más que tenemos instantáneas.
Nos cuesta esperar, nos cuesta ir poco a poco.
Creo que en su momento yo también me lo he preguntado y seguro que muchos también lo han llegado a pensar. A pocas personas les gusta sufrir y la gran mayoría preferimos sentirnos “bien” o sentir bienestar en nuestras vidas.
Pero cuando recibo este tipo de preguntas, me quedo pensando en ¿cuántas veces por evitar el sufrimiento no nos aferramos a algo que, incluso, duele más? o ¿cuántas veces nos impedimos un crecimiento enorme, que podríamos lograrlo si nos permitimos atravesar ese dolor?
No estoy diciendo que ahora vayamos con todo gusto a enfrentarnos al dolor, pero si que nos hagamos responsables de él, de dejarnos sentirlo y procesarlo.
Cuando nos permitimos sentir la tristeza, el enojo, el miedo… cuando logramos experimentar estas emociones podemos llegar a comprenderlas, escuchar para qué se presentaron, qué nos están diciendo y así podemos llegar a trabajar con ellas hasta que disminuyan su intensidad o desaparezcan.
Creo que es importante mencionar que las emociones son pasajeras, muy intensas, pero temporales. Cuando se convierten en sentimientos, es cuando son más duraderos.
Pero cuando ya nos da vueltas y vueltas en la cabeza y nos torturan, ya no son emociones, sentimientos, ni pensamientos, es la famosa ansiedad que se hace presente y que no nos permite aterrizar en el momento presente, en lo que existe aquí y ahora.

Por ello, siempre pongo énfasis en que pongan atención a las sensaciones corporales, porque desde ahí podemos entender qué nos está pasando y comprender qué emoción es la que está siendo expresada y así trabajar con ella.
Recuerda que nuestra mente es bien poderosa, y por ello, a veces puede generar más dolor que el real, tensiones mentales que son innecesarias, darles vuelta a las cosas y sufrir por algo que no sabemos todavía si va a pasar (ansiedad), etc.
La mente no es fácil controlarla, de hecho, no se puede. Pero lo que si se puede controlar es en dónde enfoco mi atención. Y si esa atención la enfocamos a dejarnos sentir lo que esté tocando sentir y no luchar contra ello, es muy probable que se pueda avanzar de una forma más eficaz.
A veces podemos elegir entre dos dolores: uno que te esclaviza y otro que te libera.
¿Tu cuál decides tomar?